El potencial del camarón como intervención nutricional frente a la desnutrición infantil en Ecuador

Escrito por: Dr. Esteban Ortiz
Prado, Médico Investigador y Salubrista, Universidad de Las Américas (UDLA), Ecuador

Ecuador es un país con una de las gastronomías más diversas del mundo. Sin embargo, nuestra dieta tradicional es altamente cargada de carbohidratos, compuesta principalmente por papa, arroz, pan, jugos y sopas con alto contenido de almidones. Esta composición genera una percepción errada: que comer en abundancia equivale a una mejor nutrición, cuando en realidad lo que importa es la calidad de los nutrientes. En este contexto, resulta paradójico que en un país que exporta más de 7.000 millones de dólares anuales en camarón, aproximadamente el 20% de los niños ecuatorianos padezcan desnutrición crónica infantil (DCI) [1]. La Primera Encuesta Nacional sobre Desnutrición Infantil (ENDI, INEC 2023) indica que las tasas son particularmente alarmantes en provincias como Chimborazo (35,1%), Bolívar (30,3%) y Santa Elena (29,8%).

Esta problemática está fuertemente vinculada a factores estructurales como la falta de acceso a agua potable, alcantarillado y servicios de saneamiento, que perpetúan los círculos de pobreza y malnutrición. No obstante, la franja costera del país, a pesar de enfrentar limitaciones socioeconómicas, dispone de una fuente altamente nutritiva y accesible: los productos del mar, entre ellos el camarón.

Desde el punto de vista nutricional, el camarón es un alimento de alta densidad y calidad, ideal para intervenciones frente a la desnutrición infantil leve o moderada. Aporta proteínas completas (~24 g / ~48% del VDR), que contienen todos los aminoácidos esenciales y son fundamentales para el crecimiento muscular, la formación ósea y la regulación del apetito mediante una mayor saciedad y balance energético.

Su composición incluye vitamina B12 (~1.1 µg / ~46%), indispensable para la síntesis de ADN y la mielina, así como para el desarrollo neurológico y la función cognitiva; niacina (~1.9 mg / ~12%), que interviene en la producción de energía a nivel celular; y fósforo (~200 mg / ~29%), esencial para la mineralización ósea y la activación de procesos bioquímicos.

El camarón también aporta colina (~115 mg / ~21%), clave en la síntesis de neurotransmisores y en el metabolismo hepático; selenio (~39 µg / ~71%), que actúa como cofactor antioxidante e inmunomodulador; y zinc (~1.3 mg / ~12%), involucrado en la reparación celular, la inmunidad y la síntesis proteica. Adicionalmente, contiene ácidos grasos omega-3 de cadena larga (EPA y DHA) y antioxidantes como la astaxantina, que refuerzan el sistema inmunológico y contribuyen al desarrollo neurológico y físico de los niños (Figura 1).

El potencial del camarón COLAPA Ecuador

Un estudio en Indonesia demostró que una intervención alimentaria con “rebon shrimp” (una variedad pequeña de camarón) incrementó la talla de niños con retraso de crecimiento en 3,94 cm, comparado con 2,92 cm en el grupo control [5]. Este efecto se atribuye, en gran medida, al contenido de zinc, micronutriente clave para el crecimiento lineal [6]. Otros metaanálisis han mostrado que intervenciones con micronutrientes múltiples y fuentes animales de proteína tienen efectos positivos sobre el crecimiento lineal, peso y estado nutricional general de niños con malnutrición moderada [Ramakrishnan et al., 2009; Roberts & Stein, 2017].

A pesar de estas evidencias, el camarón está ausente en muchas mesas ecuatorianas, especialmente en zonas rurales de la Sierra y la Amazonía. La logística limitada, el encarecimiento del producto y barreras culturales impiden su incorporación en la dieta diaria. Como señalamos en una frase ilustrativa: “no es lo mismo ser pobre en la orilla del mar que en los páramos”. Si bien el acceso es un problema, también lo es la percepción del camarón como un lujo y no como un alimento estratégico para combatir la DCI.

Es urgente promover iniciativas de alimentación escolar y comunitaria que integren productos locales como el camarón. La industria camaronera podría aportar subproductos no exportables (cabezas, colas, harina proteica) para transformarlos en suplementos escolares. De igual manera, incrementar el consumo interno, especialmente en zonas con altas tasas de DCI, podría disminuir costos a escala nacional y mejorar la disponibilidad.

Estudios recientes respaldan esta propuesta. El uso de camarón como fuente accesible de zinc, proteína y ácidos grasos esenciales tiene el potencial de acelerar el crecimiento y la recuperación nutricional de niños entre 2 y 5 años con malnutrición moderada (Sulistyawati et al., 2022; Nawab et al., 2022).

La inclusión estratégica del camarón en políticas de nutrición infantil podría representar un cambio estructural para el país. Más que un producto de exportación, debería concebirse como un recurso de soberanía alimentaria.

Referencias

  1. INEC (2023). Primera Encuesta Nacional sobre Desnutrición Infantil.
  2. Liu Z. et al. (2021).
  3. Saini R. et al. (2020).
  4. Cholidis P. et al. (2024). Marine Drugs.
  5. Sulistyawati S. et al. (2022). Journal of International Conference Proceedings.
  6. Ramakrishnan U. et al. (2009). American Journal of Clinical Nutrition.

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